La vida es como caminar por un bosque que termina en una playa paradisíaca
Dando nuestros primeros pasos por el bosque, nos encontramos con divertidos animalillos que juegan con nosotros y con muchos amigos que se unen a nuestros juegos. Además, nos acompañan siempre en nuestros primeros pasos dos árboles milenarios que siempre velan porque estemos contentos y sanos. A veces, al jugar con nuestros amigos y animalillos, nos tropezamos y nos hacemos heridas, pero los dos árboles milenarios que nos protegen y cuidan nos ofrecen su savia para curar las heridas.
Siguiendo por el sendero, aquellos animalillos con los que jugábamos de pequeños dejan de ser importantes. Sin embargo, por primera vez en el camino, sentimos un hechizo en el corazón por uno de nuestros amigos de la infancia y el camino se llena de luz y estrellas fugaces. Aunque, en esta parte del camino, nos sentimos un poco más rebeldes, sobre todo con esos árboles milenarios que nos protegían de pequeños y que ahora parecen no entendernos.
Si continuamos por el sendero, ese hechizo, que sentimos por nuestro amigo de la infancia, empieza a ser acompañado por un sentimiento nuevo que no conocemos, el deseo, y entonces una pequeña ardilla nos explica cómo la unión del hechizo y el deseo se llama amor. Nuestro amigo también siente lo mismo, y en una noche estrellada, bajo la luz de la luna, hacemos realidad aquello que nos había explicado la ardilla, fundiendo nuestros cuerpos en uno mismo. Eso sí, esto no podemos contárselo a los dos árboles milenarios porque nos da mucha vergüenza.
Durante el camino que llevamos recorrido, en cada una de las paradas, pasamos varias horas en unas cabañas de madera en las que unos simpáticos duendes nos enseñan lecciones que debemos aprender para continuar caminando. En algunas de las lecciones somos muy buenos, y los duendes nos felicitan, pero hay otras que nos cuestan más, sobre las cuales debemos trabajar para poder continuar andando y que nos dejen entrar en la siguiente cabaña. Los dos árboles milenarios que nos protegen siempre nos dicen que es muy importante que estemos atentos a las lecciones de los duendes mágicos en las cabañas de madera, aunque a veces nos gusta más jugar con los amigos del bosque o besar a esa persona por la cual, según la ardilla, hemos sentido una cosa que se llama amor.
La verdad que hasta ahora el camino por el bosque ha sido muy bonito. Ahora, los árboles milenarios ya no están tan pendientes de nosotros, y de repente llegamos a un punto del bosque donde hay un río que debemos atravesar, y el puente para cruzarlo, que de repente cobra vida, nos avisa de que el camino al otro lado del río es muy diferente del que hemos recorrido hasta ahora. Dice que al pasar el río seremos adultos, aunque no entendemos muy bien lo que significa. Pero sin miedo, lo cruzamos y continuamos contentos por el sendero.
Una mañana, al despertar en un prado verde bajo un pinar, los dos árboles milenarios que nos protegían, nos dicen que ya no pueden seguir dándonos alimento, y que tenemos que aprender a cazar en el bosque para sobrevivir.
De repente, sentimos algo muy desagradable. Estamos inseguros, el bosque parece más oscuro, y nos da mucho miedo enfrentarnos a las bestias del bosque para poder alimentarnos. Pero gracias a los duendes mágicos de las cabañas de madera, nos acordamos de lo que habíamos aprendido para poder cazar, y aunque al principio sentimos miedo, pronto cogemos práctica y empezamos a alimentarnos otra vez por nuestra cuenta. ¡¡Qué divertido vuelve a ser el bosque otra vez!! Además, los árboles milenarios están muy orgullosos de que hayamos aprendido a alimentarnos por nuestra cuenta ¡¡Qué bien!!
Una tarde, andando por el bosque con buen ritmo, vemos al fondo a dos de nuestros amigos besándose. La mala sorpresa nos la llevamos al descubrir que, uno de ellos, es aquel amigo por el que habíamos sentido amor según la ardilla y que se había convertido en nuestro cómplice y compañero de camino. Un nuevo sentimiento de rabia y traición nos inunda, y de repente caemos en una profunda tristeza, que nos hace dolor en el corazón.
A la mañana siguiente, nos enteramos que uno de los árboles milenarios que nos protegían se ha muerto. De repente nos sentimos muy solos en el bosque. Hace frío, nuestro amor ya no nos quiere, un árbol milenario ha muerto y para colmo, en esta zona del bosque se hace muy difícil cazar y tenemos mucha hambre y sed. Nuestros amigos, han continuado por otros caminos del bosque y ni siquiera sabemos dónde están.
Sin saber cómo, continuamos caminando, aunque estamos muy cansados y tristes. Pero sin esperarlo, un ciervo de color rojo se cruza en el camino y nos da la mano, nos cuenta que entiende que lo estamos pasando muy mal y nos ofrece su ayuda para poder continuar en el camino. Nunca se nos olvidará aquel ciervo rojo que nos acompañó en los momentos más difíciles del sendero.
Con todo lo vivido hasta el momento, ya hemos perdido la inocencia de cuando éramos pequeños y el bosque nos parece un lugar complicado para vivir, lleno de obstáculos, rutinas para alimentarnos y piedras que a veces nos hacen tropezar, aunque ya hemos aprendido a levantarnos muchas veces. Ahora empezamos a entender aquello que nos dijo el puente de madera sobre ser adultos.
Pasado un tiempo, ya muy cansados de caminar por el bosque, un nuevo amor aparece en nuestro camino, además de muchos amigos nuevos, y empezamos a sentirnos muy contentos otra vez ¡¡Qué lugar más bello es el bosque!!
Tras hacer el amor con nuestro nuevo amigo, un día empezamos a sentirnos mareados y el hechicero del bosque nos cuenta que estamos engendrando una nueva vida, de la cual deberemos cuidar, y además nos dice que después del nacimiento de esa nueva vida, nos convertiremos en árboles milenarios y deberemos velar por su bienestar y felicidad para siempre. Estamos muy contentos, pero sentimos una gran responsabilidad. Aunque uno de nuestros árboles milenarios murió, el otro está radiante de felicidad ante el nacimiento de nuestro hijo, y nos enseña poco a poco a convertirnos en unos buenos árboles milenarios.
Desde este momento, la nueva vida que hemos engendrado empieza a andar por el bosque y aprende a jugar con animalillos y amigos, como hacíamos nosotros antaño.
Sin embargo, nos preguntamos qué será de nosotros cuando la nueva vida del bosque cruce el puente hacia la vida adulta ¿Nos sentiremos solos? ¿Nos seguirá necesitando como ahora? Y la tristeza vuelve a nosotros, pero nuestro compañero de viaje en la vida, ese nuevo amor que encontramos por el sendero, nos ayuda a sentirnos más felices otra vez.
Somos ya árboles milenarios muy longevos. Aunque hemos aprendido mucho durante el camino, nuestro cuerpo envejece cada día más. Sin embargo, tenemos la suerte de que el Rey del bosque ya nos ha liberado de la tarea de cazar para poder alimentarnos ¡¡Qué gran ilusión!! ¡¡Ahora podremos disfrutar juntos con nuestro amor sin tener que trabajar!! ¿Pero qué vamos a hacer con tanto tiempo libre? ¿Nos aburriremos mucho?
De repente, observamos algo muy bello al final del camino. Es tan bonito que no lo podemos describir. Un paraje natural lleno de vegetación, una playa de agua turquesa al fondo en la que poder nadar con peces de colores y un cielo azul radiante.
Ya hemos llegado al final del camino. Somos dos árboles milenarios muy viejos, y nos tumbamos sobre la arena para poder descansar.
El camino por el bosque ha sido largo, con momentos muy divertidos y felices, y otros días muy tristes y fríos, pero estamos muy contentos de haberlo recorrido y haber estado acompañados de nuestros árboles milenarios, los animalillos, nuestros amigos, el amor, la ardilla, las cabañas, los duendes mágicos, el hechicero, el puente del río, las bestias que hemos matado para alimentarnos, y sobre todo, nos sentimos satisfechos de que la nueva vida que hemos creado se haya abierto camino por el bosque.
Nosotros le esperaremos aquí tumbados, disfrutando del paraíso, hasta que llegue al final del sendero y pueda descansar en paz con nosotros en esta preciosa playa. ¡¡Aquí somos muy felices!!
Pero siempre nos acordaremos de lo bonito que ha sido atravesar el bosque y aprender tanto.
¡¡Disfruta del camino de tu propio bosque y no mires atrás!!
Alejandro Sepúlveda Sánchez
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